En el mitin de cierre de campaña de ADÑ se respiraba el ambiente de las grandes ocasiones. Esa ilusión indefinible que, más allá de la aritmética que - si los dioses son propicios- permitirá llevar a un hombre honrado a la cueva de ladrones del Parlamento Europeo, impregna el espíritu de buenos augurios y de la sensación de vivir el principio de una hermosa y dura singladura .
Se intuye el inicio de una larga batalla contra la mediocridad obligatoria del multiculturalismo y la decadencia degenerada del marxismo cultural.
Esta noche hemos sido conscientes de defender la última trinchera del patriotismo social.
Vivimos una hora aciaga en la que asesinos terroristas y escoria separatista se sienta en los escaños del Congreso y la estupidez y la traición se aposentan en la Moncloa dispuestas a vender a precio de saldo la integridad territorial de nuestra Patria.
Los hombres y mujeres que hoy aplaudíamos a Martín Ynestrillas y que queremos romper las cadenas de la burocracia usurera de la UE somos conscientes de que la alianza para luchar contra el globalismo debe prorrogarse tras el esperpento electoral y constituir el núcleo de la resistencia contra la tiranía políticamente correcta.
Es cierto que, como a veces ocurre en las grandes encrucijadas de la Historia, llegamos a esta batalla en las peores condiciones posibles: silenciados y calumniados por los medios del Régimen, perseguidos por una legislación sectaria, cercados por el revanchismo de memorias histéricas, y con parte de nuestro electorado potencial abducido por verdosas estafas financiadas por el sionismo.
No importa.
Estamos acostumbrados a luchar siempre en inferioridad de condiciones.
Debemos hacer de la necesidad virtud y aprovechar el hecho de que nuestras filas, aunque diezmadas por el chaqueteo y el engaño, están, gracias al trampantojo neoliberal, libres de traidores, oportunistas y arribistas.
Somos los mejores y no tenemos miedo.