miércoles, 11 de diciembre de 2019

LOS NUEVOS INTELECTUALES.


La sociedad española empezó a irse a la mierda el día en el que a alguien se le ocurrió decirles a los cocineros que eran artistas, a los artistas que eran filósofos y a los filósofos que eran innecesarios. Y todos ellos se lo creyeron.

Desde ese día, cuando algún telediario anuncia que "el mundo intelectual" se ha interesado por algún acontecimiento, ha firmado determinado manifiesto o ha secundado cierta iniciativa, podemos estar seguros de que el locutor se refiere a la consabida colección de actores progres, telemarujas de salsa rosa, mariquitas de tertulia y cocineros chistosos que repetirán con su gramática parda las consignas oligofrénicas, lugares comunes y vulgaridades habituales que les dicten desde las diversas cadenas que los patrocinan.
Esta colección de analfabetos famosetes son los que, junto a futbolistas de paisano, cantantes de concurso y colipoterras de "reality show" conforman la opinión pública del pueblo español.
Hoy día, cuando cualquier imbécil que tiene un canal en You Tube se considera a sí mismo un líder de opinión o -como dicen en su jerga mongola- un "influencer", la estupidez y el adocenamiento han alcanzado rango de virtudes cardinales.
Este empobrecimiento cultural no es casual. A pesar de lo que pudiera parecer al escuchar las sonrojantes respuestas del "hombre de la calle" a cualquier encuesta callejera o concurso televisivo, no es que los españoles actuales hayan degenerado espontáneamente en una recua de imbéciles incurables.
 Décadas de planes de estudios aberrantes, televisiones ramplonas y profesores giliprogres han conformado la generación más inculta, soplapollas y manejable de los últimos siglos. 
El sueño húmedo de las escuelas de Frankfurt, Bilderbergs y efemeís que deciden nuestros destinos.
La batería de experimentos de ingeniería social patrocinados por la oligarquía financiera del NOM ha fraguado una generación de jóvenes occidentales que cree que la libertad es salir a la calle en pelotas en un desfile del "orgullo gay".
 Que la dignidad de la mujer la defienden unas sicópatas que enseñan las tetas y promueven el odio al varón.
 Que es muy moderno y guay dar la bienvenida a la avalancha inmigrante proveniente de culturas extrañas y hostiles o aplaudir el genocidio étnico del pueblo europeo.
Que reivindicar condiciones laborales dignas o luchar contra la esclavitud neoliberal es algo anticuado. Tan anticuado que ya ni siquiera la izquierda lo hace.
Al ver este panorama, es inevitable imaginar al hebraico autor de los Protocolos de los Sabios de Sión, descojonándose de risa en su pestilente agujero en el infierno.

J.L. Antonaya