sábado, 18 de enero de 2020

LOS SEMBRADORES DE VIENTOS


A primera vista, pudiera parecer que el conjunto de maldades, idioteces, disparates y judiadas que la banda encaramada al poder empieza a perpetrar, fueran el producto casual de la ineptitud, el resentimiento y la estupidez inherentes a una banda de mediocres aupada a unos puestos de decisión muy por encima de sus capacidades, trapío y formación. 
Y algo de eso hay.
 
Pero, más allá de las risibles declaraciones en neolengua "inclusiva" de feministas, chonis, marisabidillas, machorras y perturbadas en general -convertidas en ministras por el dedo milagroso y egocéntrico de Sánchez-  hay un plan perfectamente premeditado para socavar los cimientos de la sociedad y degradar la institución familiar. 
Más allá de la desfachatez de multiplicar ad nauseam los ministerios, direcciones generales, negociados y chiringuitos de la Administración para el mejor reparto de prebendas entre la multitud de chupópteros cómplices, está la clara intención de controlar hasta el último resorte administrativo, legislativo y judicial para perpetuarse en el poder.
 Más allá del sectarismo revanchista que pretende ganar en los callejeros la guerra civil con ochenta años de retraso, está el objetivo de exterminar política, e incluso físicamente, a cualquier tipo de disidencia.
 Las diversas leyes de odio, memorias histéricas y demás martingalas antifascistas y sectarias tienen como objetivo convertir el patriotismo en delito y castrar ideológicamente a las generaciones presentes y futuras.
 La endofobia obligatoria no es solamente el síntoma del esnobismo paleto connatural a la progresía sino un dogma que aspira a convertirse en obligación legal.
 Dudar del carácter genocida de la Conquista de América o de la Reconquista de España frente a la invasión islámica, valorar los logros del Régimen de Franco o utilizar símbolos falangistas serán delitos tan graves como actualmente es poner en tela de juicio cierta leyenda negra creada por la propaganda angloamericana y soviética en la Segunda Guerra Mundial. 
Llenar España de inmigrantes no es solamente un guiño sumiso al buenismo multicultural y al lobby proislámico sino que forma parte de planes más amplios. Planes genocidas gestados en logias y dictados por los soros y kalergis que planifican el genocidio étnico de Europa como una etapa más del globalismo oligárquico.
Los ataques a la unidad de España no son simples concesiones a la piara separatista para que siga sujetando la poltrona de Sánchez, sino que responden a una hispanofobia rencorosa y sectaria que no es en absoluto monopolio de la gusanera secesionista sino que forma parte del bagaje político de la izquierda más ramplona.
No hay ámbito social, político, cultural o laboral en el que no se esté sembrando la semilla de la discordia y el conflicto.
 Ni siquiera en la época aciaga de la Segunda República se enfrentó España a una ofensiva tan devastadora contra su misma esencia como Nación.
Sólo queda apretar los dientes y que los dioses repartan suerte cuando la actual siembra de vientos traiga su cosecha de tempestades.

J.L. Antonaya