lunes, 15 de abril de 2019

EL MAL MENOR HA DADO EL ESTIRÓN.



Ahora, en plena subasta electoral, entre eslóganes partidistas cada vez más indistinguibles de la promoción de fondos de inversión más o menos buitres ("Valor seguro"), de anuncios de laxantes ("Haz que pase"), de alirón futbolero ("Vamos, ciudadanos"), o de un mensaje al Director de Informativos de La Sexta ("La Historia la escribes tú") hay quien, con un lema en principio plausible  por cualquier votante de padre conocido ("Por España"), se postula como alternativa novedosa a las viejas cuadrillas de pícaros que, hasta ahora, se han  repartido los papeles de la farsa. 
Lo malo es cuando uno se lee la letra pequeña del nuevo invento.

Al igual que en esos falsos productos "ecológicos" que, con un envase verde pretenden pasar por naturales y que, sin embargo, están fabricados con los mismos ingredientes tóxicos que aquellos que pretenden sustituir, los del patriótico eslogan se han limitado a envolver en un folclórico y chillón celofán patriotero las viejas recetas del liberalismo económico más salvaje y trasnochado: aumento de la edad de jubilación, bajada de salarios, recortes sociales, privatización de empresas públicas, etc...
Igual que esa pastilla amarga que se envuelve en un trozo de pastel para facilitar su ingesta, estas amargas píldoras del globalismo más antisocial van envueltas en promesas que a cualquier español decente le parecen atractivas:  desmontar el Estado de las Autonomías, poner coto a la invasión inmigrante o terminar con el adoctrinamiento en la ideología de género. 
Aunque sea difícil explicar cómo harán eso a la vez que mantienen y dan vítores a la tramoya monárquico-parlamentaria, muchos consumidores del producto verdoso arguyen que, en todo caso, se trata de un mal menor en ausencia de alternativas social-patriotas potentes.
A mí lo del "mal menor" siempre me ha sonado a engaño siniestro, a "susto o muerte", a oxímoron tramposo. Decir "mal menor" es tan contradictorio en sí mismo como decir "dulzura amarga", "hielo caliente", "feminista pulcra" o "banquero honrado". 
Los conversos al trampantojo neoliberal suelen justificar su nueva fe con improperios hacia los que no hemos cambiado de chaqueta. Es, según ellos, nuestra notoria inutilidad lo que les ha hecho tragar con las imposiciones neoliberales muy a su pesar. Si no hubiéramos sido unos pobretones inútiles sin grandes medios de comunicación a nuestro alcance ellos no hubieran tenido que alinearse junto a trumps, bolsonaros y demás rabís de la derechona. 
Es la justificación de la monja que, insatisfecha porque el mensaje del Evangelio no cala en la sociedad, decide meterse a puta. Muchos conservan esta ilusión de transformar la güisquería "desde dentro" a pesar de la caza de brujas interna que hace que cualquiera con un pasado no homologable por los hebraicos patrocinadores del invento sea debidamente purgado.
Al final, dará igual que los del "Por España" tengan más o menos diputados. No dejarán de ser cipayos de los del "Valor seguro".