Quiero que me discriminen
como a un “gay”
y todo el mundo me adule
por ser guay.
Quiero que mis aficiones
sean ejemplos
loados en las escuelas
y en los templos.
Quiero que mis botellones
y desfiles
los carguen al presupuesto
los ediles.
Que, de Bildu a los maderos,
mis colores
sean lucidos por doquiera
con honores.
Y si a algunos la tabarra
les agobia,
castigar severamente
su “homofobia”.