Que en la época rencorosa, garbancera y revanchista de las profanaciones de tumbas, de la endofobia obligatoria, de la mediocridad subvencionada y del rebuzno progresista una exposición fotográfica rinda tributo a alguien que realmente se lo merece es algo realmente insólito.
Que, en lugar de a algún artista transexual, a alguna niña histérica voceando apocalipsis climáticos, a algún genocida de la guerra civil reconvertido en héroe de la Transición o a alguna oenegé negrera, se homenajee a Miguel de la Quadra-Salcedo, roza la apología de la incorrección política.
Que en la España fofa y pusilánime del borreguismo democrático, del pacifismo cobardón y de la vulgaridad como marca registrada se recuerde a un titán atlético, a un explorador legendario, a un reportero excepcional y a un español orgulloso de serlo, constituye una anormalidad cuántica.
Y es que Miguel de la Quadra-Salcedo fue el último representante de una España sin domesticar por el globalismo.
Su trayectoria vital estaba más cercana a aquellos españoles indómitos que conquistaron continentes, descubrieron océanos y fecundaron civilizaciones que al actual ciudadanito políticamente correctito y reglamentariamente afeminado de la posmodernidad castrante.
Miguel de la Quadra-Salcedo cubrió como reportero guerras ignotas, entrevistó a guerrilleros y a estadistas, convivió con tribus salvajes, participó en olimpiadas, estranguló anacondas con sus propias manos y domó leones.
Miguel de la Quadra-Salcedo fue un conquistador del siglo XVI que, por accidente o capricho de los dioses, vio la luz en el siglo XX.
En lugar de aceros toledanos, blandió cámaras fotográficas, pero su talante, su arrojo y hasta su figura, hubieran encajado sin necesidad de más mudanzas en las gloriosas centurias imperiales.
Desde hoy y hasta el 3 de Mayo, gracias a la generosidad de su familia, su legado fotográfico y documental puede contemplarse en el Museo de América -Av. de los Reyes Católicos 6, Madrid- en la Exposición "Miguel de la Quadra-Salcedo, una vida de aventura".
Y no están los tiempos como para desaprovechar una oportunidad así.