martes, 5 de noviembre de 2019

SEXO, MENTIRAS Y DEBATES ELECTORALES


Los debates electorales son una muestra de esa convención en la ficción que hace que, por ejemplo, los espectadores de un combate de lucha libre mejicana olviden por un momento que lo que están viendo es una coreografía perfectamente ensayada y finjan creer que se trata de un combate real para divertirse con el espectáculo. 
La diferencia entre ambos simulacros reside en que, mientras las piruetas de los luchadores mejicanos suelen ser divertidas, las intervenciones, réplicas y muletillas verbales de los figurantes partitocráticos son plúmbeas, previsibles y faltas de imaginación. 
Los políticos televisivos no expresan ideas, sino eslóganes, y los expresan mal. Pero, por alguna razón, el truco les funciona. Los votantes españoles son como espectadores de un show de lucha libre que creyesen que lo que están viendo es un combate real. Y compran encantados la moto.
En el debate de ayer, parece ser que lo más destacado fue que Iglesias, posiblemente por una asociación involuntaria de ideas, dijo "mamadas" en lugar de "manadas". El cacaculopedopis siempre es un recurso socorrido para animar una actuación aburrida.
Así nadie repara en que la verborrea y sobados lemas de estos vendehúmos son un recurso para que el público no descubra sus trucos de prestidigitadores de tercera regional. 
La cosa consiste en que el público acepte como algo inevitable la necesidad de adquirir el lote completo cuando compra alguna de las mercancías de los traficantes de ilusiones. 
Si el españolito pasmado ante la mesa de los trileros opta por las supuestas mejoras sociales que le ofrece la izquierda, sabe que en el lote va también toda la mugre de separatismo, feminismo sicópata, fomento de la inmigración y tergiversación obligatoria de la Historia. 
Y si prefiere comprar la supuesta defensa de la integridad nacional que pregonan los mercachifles de las derechas en sus distintas versiones - azul pálido cobardón, naranja putiferio o verdoso hipócrita chillón -, en el lote, a pesar de su envoltorio camuflado de falso patriotismo, va el liberalismo económico más salvaje, la precarizacion del empleo y la privatización de servicios públicos. 
- Oiga, ¿Y no puedo coger un poco de cada lote? Por ejemplo, quedarme con la justicia social de éste y con la dignidad nacional del otro. Así quedarían libres el esclavismo neoliberal, la mugre progre y el separatismo para echarlos al contenedor de basura orgánica. 
- ¡Es usted un fascista! Circule, vote ordenadamente y no moleste. El espectáculo debe continuar.