miércoles, 20 de mayo de 2020

CUANDO, POR FIN, CAIGA SÁNCHEZ


El Gobierno del coronavirus ha entrado en un círculo vicioso que llevará ineludiblemente a su caída: A medida que aumenta la indignación ante su mezquina y criminal gestión de la epidemia, Sánchez e Iglesias responden con más represión policial y más mordaza de las opiniones contrarias, lo que produce más respuesta en las calles, y lleva, a su vez, al endurecimiento del Estado policial. 

La cuestión no es si la banda de Sánchez va a caer, sino cuándo y con cuánto enfrentamiento social.
El auténtico problema se va a plantear después de Sánchez. 
Es previsible que la derecha intente llevar el agua a su molino y, una vez que se produzca la caída de la coalición pesoero-podemita, quiera mantener el tinglado partitocrático del 78, con su ruinosa división en taifas autonómicas, su inútil monarquía, su usurocracia y su financiación pública de partidos, sindicatos y demás chiringuitos parasitarios.
 La derecha -desde la más pusilánime azul pálido a la más estridente verde pistacho- pretende que, tras la defenestración de la secta progre, se mantenga la tramoya constitucional y, con algún mínimo cambio cosmético, mantener en pie el sistema político que nos ha conducido al actual desastre. 
Su objetivo es cambiar de collar al perro y justificar su política neoliberal de recortes sociales en la ruina provocada por la nefasta gestión actual de la crisis.
Tanto la propaganda gubernamental como los grupos de presión constitucionalistas están presentando la respuesta callejera como una algarada de pijos y borjamaris en los barrios ricos. Y, aunque algo de eso hay, la indignación es mucho más generalizada social y geográficamente.
En el área disidente y patriota, sin el suficiente músculo mediático todavía para encabezar la protesta, existe el temor de que nuestro apoyo a las movilizaciones contra el Gobierno, sirva para hacer el caldo gordo al liberalismo económico más rapaz. 
Personalmente, creo que lo que contribuiría a que la derecha se haga con el monopolio de la protesta sería precisamente nuestra inhibición.
 En un momento en el que está en juego el futuro de España, los que la amamos porque no nos gusta, no podemos estar al margen de la movilización. Nuestra misión es hacer llegar al mayor número posible de españoles, una propuesta alternativa de reconstrucción nacional integral más allá de las miopes consignas partidistas. 
Después de Sánchez, la lucha sigue. 

J. L. Antonaya