miércoles, 29 de julio de 2020

CUANDO NOS IMPLANTEN EL MICROCHIP


Al principio se quejarán unos pocos. Dirán que eso de que nos implanten un microchip como a los perros no es muy ético. Esto no será un problema. Se les silenciará diciendo que los que se oponen a la implantación obligatoria del microchip son unos fascistas con ganas de desestabilizar la ejemplar democracia de la que disfrutamos. 

La mayoría dejará de protestar para que nadie dude de su intachable corrección política. Si queda algún disidente, se le interna en un centro de aislamiento obligatorio para asintomáticos y santas pascuas.
Luego estarán los tiquismiquis a los que el chip les parecerá bien pero que pondrán pegas sobre el hecho de que figure en el mismo la información sobre sus cuentas corrientes, tendencias políticas  o historial de compras. 
Algunos no comprenderán las ventajas de que, una vez que se ha prohibido el dinero en efectivo, es mucho más cómodo poder pagar utilizando el microchip que recurriendo a las ya obsoletas tarjetas de crédito. 
O que el localizador rastreable por los radares de la DGT está puesto para aumentar la seguridad de nuestras carreteras y no, como algunos maledicentes apuntan, para aumentar la recaudación de las multas. 
Por cierto, nadie podrá negar el ahorro de tiempo que supone que las multas se descuenten automáticamente del saldo de nuestra cuenta bancaria. Se acabaron aquellos engorrosos trámites como recursos , alegaciones y demás. Te multan y ya estás pagando automáticamente la sanción. No me negarán que es un adelanto modernísimo. 
Y servirá para prevenir el delito. Si se detecta algún terrorista de extrema derecha potencial, bastará un simple clic para que su dinero quede automáticamente requisado. 
Como ven, todos son ventajas y sin embargo, siempre habrá algún cavernícola que tuerza el morro cuando a su bebé recién nacido se le implante el microchip. 
No entienden que es por su bien.

J.L. Antonaya