sábado, 25 de julio de 2020

SANTIAGO MATAMOROS.


Antes de que algún capillita me afee, con el gesto disciplente de los que pretenden el monopolio de espiritualidades y sentires, que el abajo firmante, -anticlerical confeso y agnóstico contumaz y practicante- celebre el Día del Patrón de España, aclaro que , de igual forma que el culto a la Patria está siempre por encima de personales creencias, también nuestros mitos ancestrales, como el Hijo del Trueno, merecen ser celebrados independientemente de la forma que le confieran las distintas tradiciones históricas.
El Gemelo de Cristo fue para nuestros ancestros la figura simbólica que oponer a la Yihad de los invasores musulmanes y, más tarde, formó parte inseparable de nuestra tradición guerrera. El grito de "Santiago y cierra España" que durante siglos aterró a nuestros enemigos -Papas incluidos- no fue pronunciado por beatitos de poner la otra mejilla sino por soldados invencibles que destripaban ingleses o turcos, blasfemaban en las tabernas y hacían que el nombre de España fuera temido y respetado en el orbe entero. Soldados a los que la Iglesia católica debe, entre otras cosas, su existencia. Si la multinacional vaticana sobrevivió a la Reforma protestante no fue por los orondos cardenales que anidaban entre sedas, oros y terciopelos, sino por los bravos y putañeros Tercios de España.
Hoy, cuando España es víctima de políticos traidores, jueces de putiferio, reyes de chichinabo y periodistas feladores del Poder, vuelve a ser necesario invocar la figura del Matamoros para que nos ayude en la lucha a todos los que nos negamos a pasar por el aro de la tiranía globalista y antiespañola.

J.L. Antonaya