sábado, 12 de junio de 2021

BLADE RUNNER ORA PRO NOBIS.



Todos tenemos una película, una novela, una canción o un poema que marcan nuestra percepción del mundo más allá del goce estético o de la simple evocación.

Cada libro es mil libros distintos porque la profundidad y color de la herida con la que nos marca la mente dependen del momento en el que se cruzó en nuestro camino.

  A veces no es una herida, sino una caricia de las que erizan el vello púbico del espíritu . O el moretón que adorna la cara tras el puñetazo vehemente. O el cosquilleo de la lágrima al resbalar por la mejilla temblona. O todo a la vez dependiendo de las circunstancias.

 En lo referente al abajo firmante, las novelas que se podrían incluir en la anterior categoría podrían llenar algunas estanterías -tampoco muchas-, los poemas darían para un recital apañadete y las canciones, bueno, para un par de cintas (la mayoría son himnos con mejor acomodo en viriles cassettes que en lápices USB, archivos mp3 y demás afeminadas martingalas).

 Pelis también hay bastantes, claro, pero no es ningún secreto que Blade Runner (Ridley Scott, 1982) me sigue pareciendo una puta Obra Maestra, así, con mayúsculas. 

Ya me parece oir el creciente rumor, mezcla de despectivas carcajadas, exclamaciones de asombro, silbidos de burla y comentarios condescendientes con los que algunos cinéfilos ortodoxos corean mi anterior declaración.

 Son los que se emocionan ante el sobrevalorado panfleto antinazi de Casablanca , el épico (y magnífico) folletín de Lo que el viento se llevó o incluso ante la sensiblera basura mojigata de Sonrisas y Lágrimas .

 Allá cada cual con sus perversiones.

 Hay incluso quien considera cine las estridentes y horteras bujarronerías de Pedro Almodóvar, o las judiadas neuróticas de Woody Allen, aunque creo que, gracias a los dioses, esa fauna no forma parte de los lectores de este blog.

 O a lo mejor sí (Me había olvidado de los "newtrolls", trolls a secas, Brigadas de Información, Policías del Pensamiento, Fiscales del  Odio y demás sanedrines del Pensamiento Único que velan por la pureza de nuestra mente y la politicamente correcta ortodoxia de nuestras publicaciones. Un saludo para todos ellos y para sus putísimas mamás.)

Quizá Blade Runner no sea la mejor peli de don Ridley. Quizá lleve razón mi frate Giovanni Trochs y sea su napoleónica ópera prima la que deba ostentar ese galardón.

Pero sigo considerando insuperable la atmósfera retrofuturista con la que Scott barnizó la obra de Arthur C. Clarke.

Cuando, por obra y gracia de la Plandemia globalista, la frontera entre la realidad cotidiana y las distopías de la ficción es cada vez más difusa, Blade Runner dibuja un mundo que quizá no sea ya tan inverosímil pero que, desde luego, es más estético que la siniestra y vomitiva "Nueva Normalidad".

Prefiero las ovejas eléctricas de Arthur C. Clarke a los borregos con mascarilla y cobayas "vacunadas" de la Agenda 2030.

Ahora, ante la constante campaña de terror de las teles covidianas, es cuando se entiende mejor que nunca la frase del atormentado replicante Roy Batty: “Es toda una experiencia vivir con miedo ¿verdad? Eso es lo que significa ser un esclavo.”.

 

J. L. Antonaya