viernes, 22 de abril de 2022

MUTANTES 2030



Con la condescendencia del negrero que afloja un poco los grilletes del esclavo, el Gobierno nos permite, en su infinita generosidad, poder ir sin bozal a comprar el pan. 
Esto de desamordazarnos plantea, no obstante, notables interrogantes y misterios.
 Uno de los más pintorescos es el de esos discapacitados mentales que, a pesar de que ya no es obligatorio llevar mascarilla en exteriores, siguen obstruyendo pudorosamente sus vías respiratorias por miedo, estupidez o simple psicosis televisiva.
 ¿Hasta cuándo van a seguir con la mascarilla? Es de suponer que la llevarán hasta que una infección respiratoria o un efecto secundario de la inoculación experimental ponga fin a sus mojigatas y pusilánimes existencias. 
No es que me parezca mal. 
Una vez que ya no pueden escudarse tras una legislación absurda para imponernos su borreguismo, tanto me da que se pongan una escafandra de buzo. 
Pero si -Darwin mediante- su taradez se transmite a las siguientes generaciones, este uso permanente de la mascarilla terminará produciendo mutaciones genéticas que alumbrarán una nueva especie. 
En las primeras generaciones mutantes, la cosa no se notará mucho. Los bebés nacerán con una cierta falta de melanina en la zona buconasal, con orejas de soplillo y con un paupérrimo cociente intelectual.
 Al crecer, desarrollarán una tendencia a saludarse a codazos, a creerse todas las paridas difundidas por la tele y a denunciar acusadoramente a cualquiera que consideren desobediente. 
Salvo en lo de las orejas de soplillo y el morro blanquecino, no se diferenciarán mucho de cualquier borreguete políticamente correcto de la actualidad. 
Pero si la mutación es detectada por algún chiringuito globalista, la cosa puede acelerarse bastante.
 Si el Club Bilderberg, el Foro Económico Mundial o la Open Society de turno empiezan a fomentar el cruce y selección entre los mutantes mascarillos con el mismo entusiasmo con el que ahora patrocinan el adoctrinamiento feminista, el multiculturalismo, el racismo antiblanco, la omnipresencia elegetebé o las milongas climáticas, la nueva especie se potenciará para encarnar el ideal de ciudadano globalista: estúpido, miedoso y totalmente obediente.
 Y esto tendrá graves repercusiones en los programas y agendas del propio Globalismo. Ya no será necesario, por ejemplo, seguir con el proceso de sustitución de la población europea por población africana. Negocios negreros como Open Arms y los diversos padreángeles y oenegés proinmigracion se irán al guano. 
Los mascarillos mutantes y genéticamente modificados serán mucho más rentables como mano de obra barata que la marabunta de las pateras. Mucho más manejables como votantes que los forofos peperos, voxeros o pesoeros. Mucho más eficaces como policía política que los "soplones de balcón". Mucho más gregarios que los aplaudidores a las ocho. 
Los mutantes del bozal harán realidad los sueños  más húmedos de Soros, Lagarde, Schwab, Botín y el resto de la pandilla basura.

J.L. Antonaya