miércoles, 22 de febrero de 2023

LA VIAJERA DEL TIEMPO

 


Recuerdo un anuncio de televisión, allá por el 2000 o así, que contenía una de las mejores historias sobre viajes en el tiempo: Un ama de casa está poniendo una lavadora y, tras derramar inoportunamente un poco de lejía sobre la blusa que lleva puesta, se produce la aparición milagrosa y espectacular de una chica que afirma venir del futuro. Lleva un peinado raruno, así que debe de ser verdad.

Podría ser un inicio cojonudo para una peli de ciencia ficción si no fuera porque la viajera del tiempo, en lugar de hablar sobre una guerra contra las máquinas o de preguntar por Sarah Connor, se limita a informar de que en el futuro del que proviene hay una lejía que no destiñe la ropa.

En esa época seguíamos creyendo que el futuro era un territorio mágico lleno de felicidad y bienestar. Un tiempo en el que los avances tecnológicos producirían maravillas como los coches voladores o la lejía que no destiñe.

Siempre me he preguntado qué cara pondría el ama de casa del anuncio si la chica del futuro le hubiera descrito el panorama de estos años veinte.

“- Hola, vengo del futuro. Prepárate porque habrá un confinamiento obligatorio a nivel planetario con el pretexto de una pandemia. No podrás salir de tu casa y, en lugar de rebelarte por el encierro, aplaudirás desde tu balcón. Y llevarás puesto un bozal obligatorio. Y te inocularán sustancias experimentales. Y todo te parecerá fenomenal. Los banqueros impondrán una agenda en la que comer carne estará prohibido excepto para ellos y sus palmeros. No podrás desplazarte con libertad, no podrás disponer de dinero en efectivo y ni siquiera tendrás coche. Te convencerán de que comer insectos es estupendo. Y estarás feliz de vivir en la miseria porque creerás que lo haces, no para que una élite financiera y mediática sea la dueña de todo, sino por el bien del planeta.”

La mujer de la lavadora pensaría que la chica del futuro habría fumado algo. 

Qué ingenuos éramos.

 

J.L. Antonaya