martes, 1 de agosto de 2023

EL AVERNO YA NO ES LO QUE ERA.

 


"Por mí se va a la ciudad del llanto; por mí se va al eterno dolor; por mi se va hacia la raza condenada: la justicia animó a mi sublime arquitecto; me hizo la divina potestad, la suprema sabiduría y el primer amor. Antes que yo no hubo nada creado, a excepción de lo eterno, y yo duro eternamente. ¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!"

Divina Comedia. Canto Tercero


...Y he aquí que mi guía Virgilio, me mostró el Primer Círculo.

 En una gran sala, innumerables negros del wassap, descomunalmente dotados, parecían aguardar impacientes a alguien. Virgilio -honor y antorcha de los poetas- me explicó que esperaban a los políticos que habían llenado Europa de enemigos del jamón y a todos los que habían dado la bienvenida a falsos refugiados desde sus urbanizaciones de lujo. 

Los morenos mocetones los estaban esperando para dejarles el ojo ciego y trasero semejando un espacioso bebedero de níveos patos. Las almas condenadas de los burócratas proinmigración iban a disfrutar así eternamente de las delicias del multiculturalismo. Cada uno de ellos iba a experimentar en sus fofas carnes el dolor de todas las muchachas europeas violadas y asesinadas por manadas de "nuevos europeos". Iban a sentir eternamente en sus pútridas cabezas los golpes recibidos por todos los ancianos atracados por esos especímenes a los que algunas brujas degeneradas llamaban "nuestros niños". Iban a disfrutar del filo de los machetes que habitualmente esgrimen los "casos aislados" al grito de ¡Allahu Akbar!

Dejamos a los afroamericanos subsaharianos en posición de firmes, presenten armas, y el Poeta me condujo al Segundo Círculo. 

Era un espacio agradablemente decorado que semejaba un hotel de lujo. Los botones impecablemente uniformados, los recepcionistas de exquisita apariencia, las camareras de impolutos delantales y los clientes elegantemente vestidos que se saludaban con cordialidad exquisita parecían aguardar, con una sonrisa.

-¿A quien esperan estas elegantes criaturas, oh gran Virgilio?- pregunté.

- A las hirsutas y amachorradas feministas. Las desagradables hembras que jamás fueron aduladas por un hombre recibirán los más floridos piropos. Las bigotudas e histéricas arpías que hacen del odio al varón el único aliciente de su miserable existencia serán recibidas con cortesía, se les cederá el paso en las puertas y serán llamadas "señoras" o "señoritas". Y así por toda la eternidad. Es el más cruel castigo para estas lamentables criaturas.

- Un poco sádica sí que es la cosa- reconocí.

Dejando atrás el horrible castigo que esperaba a las feministas, bajamos al Tercer Círculo.

Era una fundición industrial como la que sale al final de Terminator, pero el metal derretido que refulgía en los gigantescos hornos no era acero, sino oro. 

Unos demonios conducían a una multitud hacia el borde de un lago hirviente de oro derretido y, tras propinar una feroz patada en la trémula entrepierna de cada condenado, los iban arrojando al metal hirviente. Los gritos de los condenados al abrasarse eran agudos y desesperados, por lo que tuve que gritar para preguntarle al gran Virgilio quién era esa gente.

- Son los banqueros, usureros y especuladores en bolsa.- me respondió el Poeta-. Ahora tienen todo el oro que siempre persiguieron en vida y por el que explotaron, maltrataron y llenaron de sufrimiento a sus semejantes. Cuando se abrasan, los demonios los sacan por aquel lado y, tras una nueva patada en los huevos, los vuelven a echar al lago hirviente.

- No me parece mal, la verdad- reflexioné en voz alta- pero ¿por qué aquéllos de allí reciben dos patadas en sus pudendas partes en vez de una como los demás?

- Esos son los usureros más repulsivos. Son los que piden amistad en Facebook para ofrecer microcréditos. 

- Pocas patadas me parecen entonces- respondí al Poeta.  

El Cuarto Círculo era un urinario público que parecía sin estrenar. Ante su puerta, un grupo de lo que a primera vista semejaba una chirigota del Carnaval de Cádiz, emitía desgarradores suspiros y tristes lamentos. Los miembros de la chirigota eran hombres ridículamente disfrazados de mujeres y se apretaban el bajo vientre mientras daban saltitos.

- Estos son unos pobres infelices que realmente se creen mujeres aunque tienen más rabo que la Pantera Rosa- me explicó Virgilio-. No pueden pasar a orinar al servicio de caballeros y por eso se lamentan y sufren. Tienen que aguantarse las ganas de mear por toda la eternidad.

- Joder- dije.

- Exacto- me respondió el Poeta.

En el Quinto Círculo, una multitud de hombres hacía cola ante un demonio que, con unas enormes tijeras oxidadas y sin afilar, los iba capando. Cuando, ensangrentados y aullantes eran empujados a un lado, sus partes pecadoras volvían a crecerles y los tipos volvían a ponerse en la fila. Llamaba la atención la gran cantidad de curas, obispos y cardenales.

- Son los pederastas- me explicó Virgilio.

No estimé necesaria ninguna explicación adicional.

El Sexto Círculo era un gran plató de televisión. Unos locutores daban las noticias del Telediario. Al lado de cada uno de ellos, había un demonio con un barril de mierda y un cucharón. Cada cierto tiempo, el demonio hacía ingerir una cucharada de mierda a su locutor.

- Son los periodistas a sueldo de los políticos- me dijo Virgilio- Cada vez que dicen una mentira, el demonio que hay al lado les da una cucharada de mierda.

- ¿Y por qué al lado de aquella mesa, en vez de un demonio con un cubo, hay un camión hormigonera?- pregunté.

- Esa es la mesa de Televisión Española. La de al lado, la del petrolero gigante, es la de la Sexta.

Bajamos al Séptimo Círculo. Era un páramo helado. Grandes bloques de hielo se extendían hasta el horizonte y furiosas ventiscas de nieve azotaban nuestros rostros. Se podía ver a varios grajos reptando.  Unos personajes patéticos, ataviados solamente con bañadores y chanclas, tiritaban y se quejaban del frío.   

- Propagandistas del calentamiento global, ya sabes- me aclaró el gran Poeta.- El kiosko que se ve al fondo, el de bocatas de gusanos y grillos, es el de Greta, pero vende poco.

- Ya veo- observé tras fijarme en la muchacha con cara de loca que intentaba vender sus insectos a los que tiritaban.

El Octavo Círculo era el más sobrecogedor. Mi guía, el gran Virgilio, el famoso sabio fuente de mi inspiración, no me dejó acercarme al ominoso lugar del que surgía una espeluznante sinfonía de lamentos y ayes desgarradores.

- No te acerques, oh mortal, a esta fuente de desgracias, manantial de abominaciones y cámara de los peores tormentos. Aquí son castigadas las más depravadas criaturas y la visión de sus padecimientos podría enturbiarte la razón.

- ¿Quiénes son las almas abominables que sufren tan horrible castigo?

- Lo peor de la condición humana, sabandijas sin escrúpulos y espíritus malvados: propietarios de multinacionales farmaceúticas, dueños de ETT´s, guionistas de anuncios de televisión, cantantes de reguetón, tertulianos de telebasura, portavoces del Gobierno...

- ¡No sigas, oh gran Virgilio! - supliqué- pues la naúsea me domina y el espanto me estremece.

- Ya te digo.- dijo el gran Poeta cual fuente que derrama un ancho caudal de elocuencia.

 

J.L. Antonaya