España muere por gangrena posmoderna, por septicemia multicultural, por cáncer separatista, por depresión inducida. España muere de asco y de aburrimiento.
Y lo peor es que el pelotón de soldados de Spengler, el que iba a salvar in extremis la Civilización, hace décadas que pasó a la reserva o fue depurado.
Y nosotros, los malditos, los disidentes inasequibles al desaliento, seguiremos luchando aunque sepamos que, una vez convertida la Victoria en quimera inalcanzable, nuestra meta es nada más - y nada menos- que la Venganza como homenaje a los camaradas que cayeron.
J. L. Antonaya