martes, 21 de mayo de 2024

EL CORONEL Y EL CAMANDULERO

 


Me cae bien el Coronel Baños. Me parece un tipo honesto e independiente, lo cual, dada su condición militar, implica que no tiene demasiadas probabilidades de llegar al generalato. 

Sigo con cierta asiduidad su canal en YouTube en el que suele ofrecer unos análisis bastante lúcidos sobre la política nacional e internacional y al que invita a personajes de todo pelaje, casi siempre interesantes. 

Por sus entrevistas en directo desfilan desde "influencers" con ínfulas políticas como Roberto Vaquero, hasta intelectuales disidentes como Juan Manuel de Prada, pasando por profesionales del "misterio", historiadores, economistas, comentaristas y todo tipo de tertulianos y opinadores más o menos famosetes y casi siempre contrarios a ese Pensamiento Único que todo lo envenena.  

Pero como hasta el mejor escribano hace un borrón y a la mejor puta se le escapa un pedo, una de sus últimas entrevistas se la ha hecho a Juan Carlos Monedero. Y, claro, la cosa ha tenido su gracia y su repelús.

Y es que Monedero, uno de los fundadores, gurús y oráculos del podemitismo hizo una auténtica exhibición de malicia disfrazada de victimismo, de prepotencia disfrazada de humildad, de resentimiento disfrazado de condescendencia, de maledicencia disfrazada de vergüenza ajena y de sectarismo disfrazado de sentido común. Y todo con gracia, cultura y salero. En su línea.

 Acostumbrados como estamos a la mediocridad ramplona de las habituales declaraciones, rebuznos y muletillas de nuestros políticos, se agradecen estas muestras de ingenio y mala leche. Y es que Monedero es un tío brillante, astuto y con un nivel cultural muy superior al de sus congéneres politiflaúticos. Pero, como ocurre con algunos cómicos y monologuistas de moda, llega un momento en el que las gracietas se agotan, se repiten o se vuelven previsibles. Con  Monedero pasa igual.

Cuando habló de la corrupción pepera y de los enjuagues, chanchullos y componendas de Aznar, Casado, Rajoy y demás marrajos de la derecha, la cosa estuvo entretenida. Fue ocurrente y sibilino aunque a veces me recordase la famosa escena de Casablanca en la que el corrupto comisario francés se escandaliza farisaicamente de que en el casino de Rick se juegue. 

Cuando puso como hoja de perejil a sus antiguos secuaces como Errejón o Iglesias, fue también bastante gracioso. O cuando habló de  la Yoli y sus tejemanejes para cargarse a Podemos. Ver las puñaladas traperas que las diversas bandas del rojerío suelen darse cada cierto tiempo siempre entretiene y divierte.

Al hablar de la situación internacional denunciando la rapacería gringa o de los países que plantan cara a la misma hubo un momento en que uno pudiera pensar que se podía estar de acuerdo con él. 

Pero la cabra siempre tira al monte y empezó a vérsele el plumero globalista cuando hizo fervientes loas y alabanzas de las instituciones internacionales y a cantar las virtudes de la Agenda 2030. O cuando hizo la reglamentaria proclama antifascista o los preceptivos insultos a Franco. 

Mucho criticar a la derecha y a las élites para, al final, acabar defendiendo a los que quieren cargarse las soberanías nacionales y meternos en cárceles de quince minutos. 

Mucho hablar de futuro y modernidad para acabar con los tópicos guerracivilistas y lanzadas a moro muerto de siempre. 

 Lo que siempre pasa cuando a esta izquierda presuntamente alternativa se le cae la máscara buenista y aparece su feo careto resentido, fanático y sectario.

Al Coronel Baños me atrevería a sugerirle lo que a algunos empresarios taurinos: Que seleccione mejor el ganado que se lidia en su coso. 

El trapío y la buena presentación siempre gustan pero si al final el morlaco no termina de embestir y se acula en tablas, decepciona.  


J.L. Antonaya