jueves, 15 de agosto de 2024

LOS TRAFICANTES DEL MIEDO.



La OMS, ese lobby publicitario de la industria farmacéutica, está organizando otra plandemia. Ya han puesto a sus pesebres periodísticos a propagar el miedo a discreción. La llaman "Viruela del Mono". Esta denominación, dicho sea de paso, puede inducir a confusión. Y es que pudiera parecer que el montaje del asunto fuera a ser gestionado por el Ministerio de Transportes en vez de por el de Sanidad. Creo que mejor deberían llamarla Viruela de la Doctora Choni o algo así, pero ellos verán. 

En cualquier caso, los ministerios de Sánchez y sus secuaces -en esto como en todo- no pasan de ser pequeñas agencias propagandísticas de los designios, pompas y obras del Globalismo. Renunciar a la soberanía es lo que tiene. 

 Al igual que las decisiones de índole militar ya no las toma el Ministerio de Defensa sino el complejo industrial armamentístico dueño de la OTAN, o las de índole económica nos vienen impuestas por la burocracia usurera de Bruselas, en las cosas de la Sanidad haremos lo que digan los burócratas y mercachifles de la OMS. El Tratado de Pandemias suscrito hace poco por el asaltatumbas monclovita así lo establece. 

De forma que si a la oligarquía económica mundial le viene bien encerrarnos en casa otra vez o que nos inyectemos algún potingue por letal que sea, sus deseos serán órdenes para nuestra castuza política. 

Así que ya podemos ir preparándonos para un "remake" de los palmeros a las ocho, de los chivatos de balcón y de la prohibición de viajar o de pasar a los bares sin el certificado del Gran Hermano de turno.  Los caciquillos de las taifas autonómicas actualizarán sus ínfulas de pequeños tiranos. "Al que no quiera vacunarse, se le obliga por lo civil o por lo militar" ¿recuerdan?  Después, cuando los "vacunados" empezaron a hacer estratosféricas las estadísticas de fallecidos por ictus, los mismos que pedían la prisión para los que no pasamos por el aro de los pinchazos, se apresuraron a decir que la cosa era voluntaria. Los muy hijoputas. 

La otra vez, uno de los patrocinadores del invento, el ya felizmente fiambre Jacobo Rotschild, dijo que el confinamiento era una necesaria prueba de obediencia.  Y les salió bien la cosa. El miedo es la más eficaz herramienta de la dictadura global. Todavía hoy se sigue viendo a gente con bozal por la calle. 

Es de suponer que las sanciones, persecuciones judiciales y cazas de brujas en las redes para los desobedientes serán todavía más histéricas que en el Episodio Uno.

 Los periodistas-terroristas ya estarán actualizando su repertorio de bulos asustaviejas. Los políticos y sus familias ya estarán calculando lo que se van a llevar de comisión por mascarillas, jeringuillas o lo que toque. Los guarromings, resines, mejides y demás faranduleros del pesebre progreta volverán a pedir que se nos meta en campos de concentración a los disidentes.

Sólo queda esperar que esta vez les salga el tiro por la culata. Desobedecer a la gentuza que quiere convertir el mundo en su particular granja de esclavos es una cuestión de principios.

                                                                                                                           J.L. Antonaya