viernes, 27 de septiembre de 2024

LA VERDAD YA NO ES LO QUE ERA



El viejo Chesterton, a pesar de su ocasional santurronería, tenía razón cuando dijo aquello de que llegaría un día en que habría que desenvainar la espada (o amartillar el revólver) para afirmar que el césped es verde. 

Y ese día llegó prendido del viscoso rastro de odiosas fiscalías, de amnésicas leyes de memoria mongocrática y de las demás martingalas legales, mediáticas y pesebreras habituales. 

Y es que la consecuencia más penosa de la actual dictadura multicolor del Pensamiento Único no es la asfixiante censura para las opiniones disidentes, la imposición de aberraciones como norma social, la degeneración moral del "wokismo", la endofobia multicultural, el inmigracionismo invasor o las histéricas chuminadas del feminismo radical. Que también. Lo peor es la imposición de la mentira como dogma.

En el más puro estilo del "1984" orwelliano, el adoctrinamiento omnipresente en medios de manipulación, películas e incluso anuncios publicitarios, está consiguiendo que una numerosa masa de débiles mentales, tontolabas esféricos y gilipollas en general crean profundamente en cualquier disparate a pesar de su obvia falsedad. 

El Ciudadano Ejemplar del Nuevo Orden Mundial presta más crédito a lo que le dice la tele que a lo que perciben sus cada vez más atrofiados y condicionados sentidos.
 
Aunque tenga delante, por ejemplo, a un maromo con barba y con más rabo que la Pantera Rosa, si le dicen que se llama Maripuri, el Ciudadano Ejemplar lo tratará como a una señora.
 
Aunque sufra en sus propias carnes el aumento de la criminalidad consustancial a la invasión migratoria, seguirá viendo en la marabunta de africanos en edad militar que asalta impunemente nuestras fronteras a "niños" desvalidos porque así se lo dicta la tele.

Aunque esté siendo reducido a la miseria por una fiscalidad rapaz y abusiva, seguirá aplaudiendo que los extranjeros acaparen las ayudas sociales mientras cada vez más familias españolas están pasándolas putas.

Aunque vea el aumento obsceno de la corrupción política amparada por un poder judicial sumiso y prevaricador, seguirá creyendo que el Patio de Monipodio que instauró la Constitución de 1978 es un Estado de Derecho.

Y no ya por el comprensible temor a que la cada vez más poderosa Inquisición Politicorrecta lo castigue con multas, prisión o lapidación mediática, sino porque en su fuero interno está empezando a asumir como normal cualquier aberración. 

El Ciudadano Ejemplar está empezando a aceptar con indiferencia e incluso con el necio orgullo del converso que se le cercenen derechos fundamentales como la libertad de expresión, la igualdad ante la ley o la presunción de inocencia.

El Ciudadano Ejemplar está ya a medio camino de su metamorfosis en oveja.  

                                                                                                                          J.L. Antonaya