domingo, 6 de julio de 2025

EL GRAN TRUCO

 Si han llegado hasta aquí es porque hay truco. El nivel de papanatismo que, sobre todo a raíz de la "pandemia", ha alcanzado la sociedad europea es algo que no se consigue solamente con el miedo - aunque también-. El entusiasmo con el que una parte importante de ese rebaño acepta y obedece las consignas de las diversas agendas globalistas no puede ser solamente producto de la cobardía -aunque también-o de la estupidez creciente -aunque también-.

Conseguir que una sociedad emprenda con alegría el camino de su propia aniquilación es algo que ni los más tremebundos tiranos de la Historia habían conseguido con la eficacia con la que lo han hecho los diseñadores y beneficiarios de las diversas plataformas, logias y sanedrines globalistas.

Hagamos un poco de memoria sobre algunos comportamientos suicidas que los mamporreros de lo políticamente correcto exhiben como logro:

Con el pretexto del fallecimiento de un traficante de drogas negro al ser arrestado en EE.UU. consiguieron que una multitud de imbéciles y tarados se arrodillasen ante la negritud pidiendo perdón por no se sabe muy bien qué. Se arrodillaron servilmente y estaban ufanos de su propia humillación abyecta y de renegar de su propia raza.

Con el pretexto de una más que cuestionable pandemia, consiguieron que gran parte de la población europea (en muchos otros países se pasaron las campañas de terrorismo informativo por el forro) aceptase confinamientos, prohibiciones y recortes a las libertades más elementales no solamente con resignación, sino con alegría. Todavía avergüenza recordar el entusiasmo de esa masa borreguil que aplaudía en los balcones a sus carceleros y que denunciaba a sus vecinos si estos no acataban la delirante tiranía covidiana.

Más tarde, al imponer la obligación -que hoy niegan- de inyectarse unas sustancias experimentales que no inmunizaban pero que hicieron ricas a las multinacionales farmacéuticas, toda una piara de periodistas de pesebre, cómicos sin gracia, palmeros de tertulia y teleputillas en general, se erigieron en inquisición mediática exigiendo los castigos más severos para los que nos negamos a inocularnos la sustancia.

Cuando, como consecuencia de la inoculación masiva, comenzaron a multiplicarse los casos de jóvenes deportistas muertos "repentinamente", de los fallecidos por ictus, por reactivación de cánceres ya superados, por miocarditis y por demás "inexplicables" males, la misma jauría mediática que había clamado por el encarcelamiento de los insumisos se apresuró a puntualizar que en ningún momento había sido obligatoria la inoculación. Que el que se pinchó fue porque quiso.

Obviando con su cara de cemento, los muy hijoputas, la prohibición de viajar, de entrar en un bar e incluso de poder ir a trabajar si no pasabas por el aro de las inoculaciones.

Lo cierto es que, a fecha de hoy, varios años después de la "pandemia" se sigue viendo a bastante imbécil luciendo el bozal covidiano. Y orgullosos de su sumisión y estulticia.

Más allá del gigantesco experimento de ingeniería social que supuso la creación, planificación y explotación del pánico, la escasa repercusión que tuvo la resistencia a la tiranía sanitaria, animó a la pandilla basura del Globalismo (los soros, schwartz, van der leyen, gates y la putísima madre que los parió a todos...) a pisar más a fondo el acelerador y a imponernos su delirante Agenda 2030 con la que, por ejemplo, están arruinando el campo español con regulaciones surrealistas mientras inundan el mercado con productos basura de Marruecos o de Israel. Con la que, por ejemplo, están obligando a echar el cierre a las explotaciones ganaderas europeas a causa de una sobrerregulación absurda. Con la que, por ejemplo, se están arrancando olivos centenarios para sustituirlos por antiestéticas e ineficientes placas solares.

Y la gente tan contenta.

El español biempensante y pastueño del siglo XXI no sólo no reacciona contra las agendas y dogmas que lo condenan a la esclavitud y a la miseria, sino que aplaude todas las iniciativas y disparates.

Porque hay truco: El truco del esclavo feliz. Del siervo orgulloso de serlo. Del palmero deseoso por demostrar ante su amo su incondicional sometimiento.

Los medios de desinformación masiva, la industria del ocio, los planes de estudio y hasta los programas de telebasura para marujas y charos inciden en la misma idea: La demonización del disidente. Y para ello han inventado todo un diccionario de términos-estigma (machista, homófobo, negacionista, xenófobo, facha...) que, cual sambenitos infamantes, descalifican y reducen a la condición de enemigo público a cualquiera que cuestione mínimamente sus dogmas.

Esto tiene la ventaja de que los mamporreros de las versiones oficiales no necesitan debatir con estos peligrosos rebeldes. Cualquier choni televisiva y toda la piara de broncanos, guarromings, monteros, buenafuentes, maestres y demás feladores del Pensamiento Único- generosamente pagados con nuestro dinero- están autorizados a burlarse con sus zafias gracietas de los disidentes sin tener que entrar en el fondo de los dogmas cuestionados por estos. Jugada redonda.

No es que salgamos a la arena del debate con las manos atadas a la espalda. Es que no hay debate. Es que la disidencia es en sí misma un delito.

Está claro que la solución a esta decadencia y a este suicidio como civilización no puede ser pacífica.

J.L. Antonaya

jueves, 26 de junio de 2025

Y DESPUÉS DEL R-78... ¿QUÉ?


Hasta los periodistas-ladilla más apesebrados, las furcias mediáticas más marisabidillas, los todólogos más dúctiles y las tertulias de telebasura más chabacanas empiezan a reconocer, aún a regañadientes, que el Patio de Monipodio que nos impusieron en 1978 con ese gran tocomocho al que llamaron Transición, es un sistema insostenible.

Y no sólo por Pedro Sánchez y su banda de ladrones, puteros y charochonis. Ni por la cara B de la misma mafia globalista pastoreada por Feijóo y sus mariachis . Ni por la falsa izquierda "woke" (Podemos, Sumemos, Trinquemos...). Ni por la verdosa derechita "valiente", folclórica, sionista y chocarrera que cada día da más asco y vergüenza ajena. Ni por las diversas bandas separatistas que llevan décadas convirtiendo en una rentable extorsión su odio a España.

El problema no es que los partidos sean mafias cada vez más obscenas. El problema es que hicieron creer a los españoles que esas bandas de parásitos indeseables llamadas partidos políticos son cauces de representación de la voluntad popular.

El problema no es que tengamos un Jefe de Estado que encajaría mejor en la pista de un circo que en la Jefatura de nuestras Fuerzas Armadas. O que esas Fuerzas Armadas hayan pasado de ser los Ejércitos de España a una oenegé cipaya auxiliar del otanismo.

El problema es que durante décadas han hecho creer a los españoles que esas chabacanerías anacrónicas montadas en torno a la monarquía parlamentaria/parasitaria son manifestaciones de patriotismo.

Las marujas de derechas aplauden en los desfiles y manifestaciones ondeando el escudito borbónico y creen que sus trasnochados vítores al rey, a la Constitución y a la puta que los parió son una muestra de rechazo a la corrupción sistémica. Son la versión duchada y perfumada de las mononeuronales charos de pelo morado que piropean al asaltatumbas monclovita creyendo que así frenan a una fantasmagórica "ultraderecha". Dos manifestaciones del mismo imperio de la braga hooligan que sustenta el sistema "que-todos-los-españoles-nos-hemos-dado".

Y mientras, la casa sin barrer, los jóvenes españoles sin futuro, la morisma subvencionada robando, violando y acaparando ayudas sociales, la banca ganando más pasta que nunca, la Iglesia fomentando la invasión migratoria y mirando hacia otro lado ante las profanaciones de tumbas no vaya a ser que les quiten la subvención. (La única cruz que preocupa a la clerigalla no es la del Valle de los Caídos sino la de la declaración de la renta). Y así todo.

A los pocos españoles que integramos la disidencia política - el mundillo, el búnker, el palo, el área...- nos queda la agridulce satisfacción de poder gritarle en la cara al rebaño políticamente correcto que teníamos razón. Siempre la tuvimos.

Llevábamos razón cuando decíamos que la Constitución de 1978 es una chapuza infame que sólo sirve como pretexto para que las diversas bandas mafiosas (políticas, financieras, masónicas, internacionalistas...) se repartan España como botín.

Vale ¿y ahora qué? Cada vez es más fácil ponerse de acuerdo en reconocer que la partitocracia, las taifas autonómicas, la rapacidad bancaria, la monarquía inane, la corrupción institucional, la prensa pesebrera y el Régimen del 78 en general son una basura hedionda.

Lo complicado es delimitar el régimen que debe sustituir al actual. Lo complicado es no caer en interminables y estériles debates bizantinos sobre purismos ideológicos, estrategias políticas y luchas de egos entre las variopintas cabezas de ratón de un área política atomizada y sin altavoz mediático.

Quizá no sería tan mala idea ir estableciendo unos puntos mínimos innegociables para la consolidación de una alternativa patriota y revolucionaria. A bote pronto se me ocurren unos cuantos:

  • Recuperación de nuestra soberanía económica y militar: Salida inmediata de la OTAN y de la UE.
  • Recuperación de nuestra soberanía energética y, por lo tanto, industrial: Creación de un programa nuclear con la construcción de nuevas centrales y abandono de cualquier agenda internacional basada en el alarmismo climático.
  • Creación de un Servicio Nacional de Crédito que libere a los trabajadores y a los pequeños empresarios del sometimiento a la Usura bancaria.
  • Sustitución de la representación política basada en partidos por una representación orgánica, sindical y municipal.
  • Expulsión inmediata de todos los inmigrantes ilegales y cierre de nuestras fronteras a la inmigración de cualquier procedencia mientras haya un solo español en paro.
  • Creación de una política internacional basada en nuestros intereses en lugar del actual sometimiento al bloque anglosionista. Establecimiento de lazos comerciales con países emergentes como los BRICS para fortalecer un mundo multipolar de naciones soberanas. Ruptura de relaciones diplomáticas con entes sionistas y genocidas. Fortalecimiento de nuestras fronteras, sobre todo con las de nuestro potencial enemigo del sur.
  • Derogación de la monarquía. Proclamación de una República Social y Nacional.
  • Unificación y depuración de la Administración estatal. Sustitución del corrupto y antinacional modelo autonómico por un sistema eficaz, ágil y económico.
  • Etc.

En cualquier singladura, tan importante es saber de dónde queremos partir como definir a dónde queremos llegar.

                                                                                                                        J.L. Antonaya 

lunes, 12 de mayo de 2025

EL FUTURO ERA ESTO

 Creíamos que el futuro iban a ser coches voladores, la gorra de béisbol con colorines de Marty McFly, chicas vestidas con ceñidos monos luminiscentes y bonachones robots con caras simpáticas.

Pero el futuro que nos esperaba eran confinamientos obligatorios, falaces alarmismos climáticos, zombies idiotas con bozal y eutanásicas vacunas asesinas.

Creíamos que el futuro iban a ser chicas guapas, de piernas largas y escotes generosos y elegantes.
Pero el futuro que nos esperaba eran gordas malolientes con burka o con pelo morado y sobacos sin depilar. La charocracia.

Creíamos que el futuro iban a ser ciudades limpias y monorraíles supersónicos.

Pero el futuro que nos esperaba eran peligrosos barrios africanos o andinos trasplantados a las ciudades europeas. Junglas de delincuencia, tercermundismo y suciedad.

Creíamos que el futuro iba a ser una España más industrializada todavía, más pantanos, más autopistas, más cultura.
 
Pero el futuro que nos esperaba era una monarquía bananera, con asesinos etarras sustentando un gobierno de ladrones, traidores, charochonis y progres afeminados.

Creíamos que el futuro iba a consolidar nuestra posición como potencia agrícola y ganadera.

Pero el futuro que nos esperaba era ver nuestro campo arruinado mientras los productos basura de Marruecos inundan nuestros mercados. Era ver olivares arrancados para instalar estúpidas e ineficientes placas solares que sólo benefician a los especuladores y a los mangantes conchabados con los políticos.

Creíamos que el futuro iban a ser jóvenes familias trabajadoras con viviendas y sueldos dignos.
 
Pero lo que nos esperaba eran sueldos de miseria, capitalismo salvaje, infraviviendas y parejas que no pueden permitirse el lujo de tener hijos porque las escasas ayudas sociales son para los extranjeros sin formación que precarizan el mercado laboral.
 
Creíamos que España - el país que más crecía en Europa en los años setenta- iba a consolidarse como potencia.

Pero lo que nos esperaba era el destino que nos reservaron en las covachuelas eurócratas y en los bilderbergs y agendas globalistas: Una colonia subdesarrollada al servicio de las élites financieras.

Un país de putas y camareros ensayando la mejor forma de extinguirse.

J.L. Antonaya