Confieso que llegó a caerme bastante bien Juan Manuel de Prada. Su postura valiente contra la tiranía covidiana en los infames tiempos de la plandemia, su rechazo al globalcapitalismo, su postura a veces disidente con el propio periódico - monárquico, liberal, repulsivo...- en el que escribe, me despertaron bastante simpatía.
Como novelista, sin negar su indudable maestría literaria, siempre me resultó algo soporífero. Pero como columnista, en un entorno periodístico como el español, plagado de marisabidillas progres de léxico limitado, de lamelibranquios amanuenses del perrosanchismo y de pedantescos colaboradores de El País y demás panfletos oficialistas, la prosa de Juan Manuel de Prada - culta, literaria, variada en su léxico, ilustrada en sus referencias- siempre destacó sobre la mediocridad ambiente.
Por eso me ha parecido especialmente lamentable su último artículo titulado "Quimeras racistas y abstracciones universales". En este artículo ataca e insulta, como el más asilvestrado de los antifas, a los que llama "odiadores racistas", es decir, a los que defendemos nuestra raza frente al reemplazo étnico que sufre Europa.

