jueves, 16 de mayo de 2019

DE LA DERECHITA COBARDE A LA DERECHONA LLORICA


La dinámica perversa y gatopardesca - cambiar todo para que nada cambie- de la partitocracia constitucional y de Derecho conlleva que, cada cierto tiempo, los chiringuitos de la farsa muden de piel como las culebras. 
Las siglas hegemónicas de cada tendencia sufren los vaivenes de la moda y de los mudables intereses de las bandas que se reparten el cotarro. 
Así, en el rojerío, el viejo PCE del genocida de Paracuellos cedió el sitio a la demagogia hortera de Izquierda Unida y, posteriormente, al pijiprogresismo podemita. 
En la derecha más o menos conservadora, también han ido cambiando las marcas preponderantes - UCD, AP, PP... - según las exigencias del guión. 
En el PSOE no ha hecho falta, pero es que el PSOE no es un partido sino una mezcla de sociedad de inversores, montepío de paniaguados y Cosa Nostra.
En este contexto, la aparición de un nuevo partido de derechas para aprovechar el desencanto y la decepción de muchos votantes ante la corrupción, ineptitud y estupidez del Partido Popular era algo previsible. 
Lo que ha resultado curioso es que, por uno de esos inexplicables avatares que convierten a veces a un escritor mediocre en un superventas, a una adocenada teleputilla en una estrella mediática o al hijo tonto de un torero en afamado pinchadiscos, el invento color pistacho que iba a tomar el relevo en la derecha, coseche los aplausos de una nutrida legión de fans, palmeros y hooligans en lo que algunos llaman "área patriota". 
Una banda como la de Abascal, -que defiende el liberalismo económico más antisocial, la fe monárquica más babosa y la sumisión ante el Sionismo más confesa y repugnante- tiene sus más entusiastas forofos entre gente que, hasta anteayer, decía defender principios contrarios a los antedichos.
Nada habría que objetar a los cambios de chaqueta y súbitas iluminaciones de estos nuevos liberales si no fuera por la brasa que nos han dado a los que seguimos defendiendo las posiciones que ellos decían compartir hasta hace poco. 
Según ellos, la culpa de su bajada de bragas ante los apóstoles del libre mercado la tenemos nosotros por nuestra incapacidad para cuajar un proyecto sólido. Así que, por "patriotismo", no les ha quedado más remedio que- usando una expresión tradicional- pasarse al moro o, por mejor decir viendo las obediencias y patrocinadores de los verdosos, al judío. 
Nada dicen de la persecución sistemática, cerco mediático y paupérrimos medios económicos de las formaciones políticas patriotas que han hecho que jamás hayamos podido competir en igualdad de condiciones con los partidos del Sistema. 
Como suele ocurrir, los que más nos afean nuestra actitud son los que jamás soltaron un euro, pegaron un cartel ni movieron un dedo para consolidar esa alternativa que reclaman. En fin.  
Ahora, cuando tras las elecciones generales no hay escaños suficientes para contentar a tanto arribista y desde la jerarquía del Pepé Verde se ha iniciado una caza de brujas contra cualquiera que tenga un "pasado totalitario", se escuchan los amargos lamentos de los que ya se veían con una paguita y un carguito.
 Ahora intentan hacer desaparecer aquellas fotos indiscretas en las que aparecen con malvados símbolos fascistas. Sus nuevos compañeros no comprenden que se trata de pecadillos de juventud fruto de la irreflexión y la ignorancia. Que ellos son, en el fondo, demócratas de toda la vida y que, aunque les gustaba cierta estética "facha" siempre habían terminado votando al Pepé. El voto útil y tal. 
Vano empeño. Nada les salva de la políticamente correcta patada en el culo. Sólo les queda lloriquear. 
En una gráfica frase de mi camarada Juan Estacio es como si los asesinos de Viriato volviesen al campamento ibero quejándose amargamente de que los romanos, al final, no les habían querido pagar. 
Los orientales llaman karma a lo que aquí conocemos de toda la vida como justicia poética. Pues eso.