lunes, 11 de mayo de 2020

RAYITO


Mi primera insignia me la vendió Rayito. Era un precioso escudo esmaltado de las Falanges Juveniles de España con un sistema de cierre de botón que hoy es común pero que entonces era novedoso. A todos los que estábamos en aquella asamblea de las Juveniles de mediados de los ochenta nos parecía de lo más chulo.
 Para alguien como yo entonces,  recién llegado de provincias y con la tinta todavía fresca en mi carnet de la Falange, todo era ilusión y pasmo en aquella reunión. Entre saludos, presentaciones y explicaciones apresuradas sobre el funcionamiento de la organización, fui conociendo poco a poco a algunos de los camaradas con los que compartiría militancia en los meses siguientes hasta mi ingreso en la Universidad y, por tanto, en el SEU. 
Muchos de los rostros de entonces se me han desdibujado. Pero jamás olvidaré el gracejo desdentado del camarada de más edad, que, con aire de conjura y complicidad, nos enseñaba las fabulosas y circulares insignias del cisne. Rayito nos las mostraba con el mismo sigilo y solemnidad con los que nos hubiera podido ofrecer un nueve corto.
Todos queríamos una y Rayito se hacía de rogar - tengo todas reservadas- pero al final nos las iba vendiendo con mucho misterio - toma, anda, pero discreción porque hay muy pocas-.
Tengo una memoria confusa de mi paso por Juveniles. Se me amontonan en el recuerdo actos, marchas, asambleas y pegadas de carteles. Pero en todas ellas estaba Rayito con sus pegatinas, calendarios, llaveros e insignias. 
Tuve la ocasión - hoy sé que fue un privilegio- de compartir puesto de venta con él. Los sábados por la mañana vendíamos el Arriba y el Libertad en la Plaza de Callao a la antigua usanza: a voz en grito y con la camisa azul remangada. Las conversaciones de aquellas mañanas de servicio compartido  me permitieron descubrir que, además de su humildad, su modestia y su alegría, Rayito tenía una sólida formación doctrinal. 
Y un valor admirable. Yo he visto a Rayito enfrentándose, sin más arma que un "Arriba" en sus manos, a una manifestación de comunistas vociferantes. Y hacerlos retroceder.
Hoy me he enterado de que mi camarada Juan José Ortiz, -Rayito- murió el pasado 20 de Abril víctima del coronavirus.    
  Tras una vida de lealtad y compromiso militante, Rayito, como tantos españoles víctimas de la incuria y la imprevisión de unos políticos necios y mezquinos, murió solo. 
Los que amamos a España porque no nos gusta, estamos hoy un poco más huérfanos.
Ahora Rayito ya forma en los luceros junto a nuestros mejores.
Seguro que los está mareando para que le compren algún llavero.

J.L. Antonaya