domingo, 22 de agosto de 2021

NO VAN A GANAR.


El escenario podría inducir a creer que no hay vuelta atrás:
Un control absoluto de los medios de comunicación. Un gran porcentaje de la población aceptando gustosa la supresión de sus derechos más básicos. Una coacción y persecución sin precedentes contra cualquiera que cuestione mínimamente la dictadura globalista y sus terrores pandémicos. Unas fuerzas policiales convertidas en prepotentes esbirros del Pensamiento Único. Unos colegios de médicos vendidos a las presiones y sobornos del lobby farmacéutico. Una ideología hegemónica que propugna la reducción de la población y presenta como conquistas sociales los asesinatos de inocentes no natos o los de enfermos terminales. Unos tratamientos experimentales que están causando más víctimas que la enfermedad que presuntamente dicen combatir.
Y sin embargo...
En pleno mes de agosto en Madrid, sin más publicidad que la modestísima difusión en nuestras redes sociales, una manifestación contra la inoculación obligatoria nos reunió a varios miles de personas que no estamos dispuestas a pasar por el aro dictatorial del Nuevo Orden Mundial.
En países con más conciencia política que la España Neonormal, las movilizaciones contra el apartheid sanitario están haciendo recular a los gobiernos más mamporreros del Globalismo. 
Las multimillonarias campañas oficiales en favor de la inoculación de modificadores genéticos están encontrando más resistencia de la que esperaban. 
Y les jode. 
Por eso recrudecen la persecución contra los disidentes.
 En otoño, la discriminación alcanzará cotas dignas de la época más dura del estalinismo. A los que no exhibamos el "pasaporte" acreditativo de nuestra sumisión, se nos prohibirá pasar a una cafetería, coger un avión o acceder a un puesto de trabajo. Los colaboracionistas más rastreros incluso piden que se nos niegue la asistencia médica si enfermamos. 
No importa. 
La saña y fanatismo de los tragacionistas no son sino los síntomas histéricos de su impotencia. Podrán encarcelarnos, perseguirnos o internarnos en centros de "reeducación", pero mientras haya un solo hombre libre que se plante ante sus chantajes y les diga "NO", estará quedando patente su derrota.
 No van a ganar. 
                                                                                            J.L.Antonaya