Cada vez se cortan menos con su geoingeniería para ahuyentar
las nubes. Le echan la culpa al "cambio climático" como antes se la echaron a
murciélagos y pangolines.
El objetivo de ambas operaciones de ingeniería social es el
mismo: que traguemos con algo que, en circunstancias normales jamás
consentiríamos. En un caso, la inoculación masiva de extrañas y letales
sustancias. En el otro, la inminente privatización del agua y su
comercialización por alguna multinacional que monten los fondos buitre.
La sociedad posmoderna - gregaria, estúpida, cobarde y
desarraigada - aceptará dócilmente cualquier medida tiránica si el pretexto es
"salvar el planeta" igual que aceptó sin rechistar el gerontocidio
provocado por los criminales protocolos plandémicos, el confinamiento
obligatorio o el infame bozal.
Lo malo no es que
estaremos obligados a comer insectos, a vivir en cárceles "de quince
minutos" y a padecer un control total (nada de coche, nada de dinero en
efectivo, nada de libertad...) Lo malo son los imbéciles que aplaudirán como
focas amaestradas y estarán felices de ser tan "ecosostenibles", tan
"inclusivos" y tan gilipollas.
J.L. Antonaya