Los últimos hombres libres se ríen de los esbirros prepotentes y del resto de perros de presa que los acosan y reprimen.
Los últimos hombres libres lanzan sus carcajadas irreverentes al rostro crispado e histérico de los inquisidores rencorosos, de las arpías empoderadas, de los bacines de telebasura y de los babeantes profanadores de tumbas.
Los últimos hombres libres hacen alegres hogueras con los impresos de las multas sectarias y con las amenazas de los escribas. Y cantan las canciones de amor y de guerra que los pusilánimes, los bellacos y los infames han prohibido.
Los últimos hombres libres anhelan una PATRIA fuerte, alegre y soberana frente a la mediocridad claudicante, tiránica y triste del globalismo.
Los últimos hombres libres reclaman JUSTICIA frente a la corrupción omnipresente y constitucional.
Los últimos hombres libres son los adelantados de la REVOLUCIÓN y por eso son temidos por las oligarquías y los parásitos.
Los últimos hombres libres no tienen miedo, esa emoción de esclavos y de eunucos con escaño.
J.L. Antonaya