Ahora parece que nunca existió.
Los mismos periodistas pesebreros que aterrorizaron a la población con las mentiras dictadas por políticos y multinacionales, ya no hablan del asunto.
Ahora toca hablar del cambio climático. Que haga calor en verano es el nuevo suceso sorprendente que aterrará a una audiencia cada vez más pusilánime y estúpida.
Andan también muy ocupados tergiversando y ocultando la barbarie multicultural que está arrasando Francia. O repitiendo mentiras electorales.
No olvidamos a los ancianos abandonados en asilos y residencias, a veces compartiendo habitación con cadáveres descompuestos.
No olvidamos a ese personaje siniestro, sucio y mentiroso, que ejercía de portavoz de un equipo de expertos que nunca existió.
No olvidamos los bailes ridículos de médicos y enfermeras en Tik Tok mientras un tratamiento ineficaz y perverso exterminaba a cientos de españoles
No olvidamos a los miles de enfermos que padecían enfermedades distintas al monotema oficial y que dejaron de ser atendidos.
No olvidamos a los niños a los que se prohibió jugar o abrazar a sus abuelos.
No olvidamos a los políticos que prohibieron la Navidad y fomentaron la delación más rastrera. A la chusma chivata que señalaba con el dedo a quien paseaba por la calle. A los esbirros policiales que multaron y maltrataron a quien se negaba a ponerse un ridículo y humillante bozal de esclavo.
No olvidamos que nos encerraron y arruinaron.
Y que hubo un gran número de imbéciles que aplaudían obscena y obedientemente a los carceleros y verdugos cuando se lo ordenaba la televisión.
Y, sobre todo, no olvidamos a los miles de víctimas de "repentinitis" tras ser inyectados por una sustancia desconocida cuyo comercio e imposición ha enriquecido a las multinacionales farmaceúticas y a sus palmeros mediáticos.
Nadie pagará por ello ni nos pedirá perdón a los que fuimos insultados, marginados y perseguidos por no ser esclavos obedientes.
Pero no olvidamos.
J. L. Antonaya