domingo, 26 de mayo de 2019

NO HAY QUE AFLOJAR


Cuando escribo estas líneas, parece ser que la única candidatura patriota española que se ha presentado a las Elecciones Europeas, ADÑ, no ha conseguido ningún escaño. Los electores españoles han perdido una oportunidad histórica de llevar un hombre honrado a esa cueva de ladrones. 
Si ADÑ fuese una coalición al uso, este resultado quizá hubiera sido decepcionante.
 Afortunadamente, no lo es.

 Los que, desde las distintas sensibilidades del nacionalismo social, hemos aunado esfuerzos para plantar cara a la Usura y a la tiranía capitalista de la Unión Europea, no nos planteamos esta convocatoria como una meta, sino como el primer paso de una singladura difícil contra fuerzas muy superiores. Como una batalla más de una guerra que no empezó ayer ni terminará mañana.
Y no es la misma guerra mezquina y sórdida en la que las distintas bandas financiadas por los mismos bancos se disputan un escaño más o menos en las covachuelas burocráticas de Bruselas, Estrasburgo y Luxemburgo. No es esa nuestra guerra.
Nuestra guerra es la de la supervivencia de España y de Europa frente a la disolución y sometimiento decretados por los soros y kalergis que nos quieren sumisos bajo la tiranía del nuevo esclavismo multicultural y globalista. 
Es la guerra de los últimos hombres libres defendiendo nuestra Historia, nuestra tradición, nuestra familia y nuestra raza como elementos vitales de nuestra identidad de españoles y europeos.
 Los que hemos votado a ADÑ siempre hemos estado más a gusto en la intemperie limpia y dura de los proscritos - "arma al brazo, bajo la noche clara..."- que en el ambiente viciado y ramplón de los monipodios democráticos. 
El escaño que para otros es premio y prebenda, estoy convencido de que para Martín Ynestrillas, digno heredero de una estirpe castrense y patriota, hubiera supuesto el sacrificio incómodo del que tiene que trabajar en una cochiquera nauseabunda.
Lo que nunca comprenderán los creyentes en esa superstición alienante llamada democracia liberal es que, para nosotros, es mucho más importante el ambiente ilusionado de camaradería en la lucha, con esa sensación de inminencia del combate y de hermandad en la trinchera que ha generado ADÑ, que los cálculos y resultados aritméticos de unos escrutinios de trileros. 
Tiempo habrá de analizar las causas de que nuestro mensaje no haya podido llegar al pueblo español: la ausencia de altavoces mediáticos, la falta de medios económicos, la irrupción en el panorama político de bastardas disidencias controladas -y generosamente financiadas por el sionismo- para desorientar y parasitar torticeramente a gran parte de nuestro electorado potencial. 
Ahora lo más urgente que como militantes nacionalrevolucionarios, nacionalsindicalistas o socialpatriotas (etiquetas casi siempre inexactas e incompletas), debemos hacer es, -tras agradecer su esfuerzo a los líderes de las formaciones que componen ADÑ- exigirles que no disuelvan la hueste. Transmitirles, como militantes de a pie, nuestra resolución a continuar la lucha. Estrechar entre nosotros los lazos de camaradería. Y no aflojar.