sábado, 15 de agosto de 2020

CARTA ABIERTA A LOS LISTILLOS PREPOTENTES Y A LOS ESCLAVOS SATISFECHOS.

Circula en las redes una publicación firmada presuntamente por un médico de los que defienden el discurso oficial sobre la plandemia que, con el respeto que caracteriza a los progres cuando alguien les lleva la contraria, se titula "Carta abierta a los imbéciles". Los imbéciles, naturalmente, somos todos los que no tragamos las ruedas de molino del discurso oficial.
El escrito, insultante, prepotente y chulesco,  llega a llamar hijos de la gran puta a los cada vez más numerosos médicos que están poniendo al descubierto la campaña de alarma social orquestada desde hace unas semanas por los periodistas del régimen. 
La impresentable carta comienza con unas alabanzas al método científico que parecen sacadas de la redacción de un alumno de la LOGSE.  No hay tópico sobado, lugar común o simplismo garbancero que no sea citado. Teniendo en cuenta los piropos que dedica a sus colegas díscolos, parece ser que la ciencia sólo es merecedora de admiración cateta cuando los científicos dan la razón al firmante de la "carta". 
 A continuación, y sin venir demasiado a cuento, hace una enumeración de todos los estereotipos progres sobre la Edad Media que demuestra que, aunque no lea mucho, el autor debe de haber visto algunos documentales del Canal Historia y series de Netflix. 
La impresentable "carta" es sólo un botón de muestra. Los defensores del discurso oficial están poniéndose cada vez más nerviosos a medida que empieza a desmoronarse el tinglado del miedo.
 No hay que ser muy listo para apreciar las diferencias en el tratamiento informativo del coronavirus según dicten los intereses de la propaganda. Hace unos meses, cuando había pandemia de verdad, los telediarios nos aburrían con la impostada alegría buenrrollista de los palmeros de balcón. Ahora, cuando afortunadamente no hay centenares de muertos diarios como en marzo, los agoreros tienen que conformarse con difundir el terror a los "contagiados", pero al escuchar las noticias parece que estamos al borde de la extinción. 
La culpa, eso sí, no es del Gobierno que disfruta de su merecido descanso por tocarse las pelotas a dos manos, sino de los inconscientes ciudadanos que no respetan nada. Ciudadanos españoles, claro. Porque los inmigrantes ilegales que las mafias oenegeras están importando por centenares no tienen la culpa de ningún rebrote. Es sabido que en las pateras se  mantiene escrupulosamente la distancia de seguridad.  
Ya nadie se cree que la histeria colectiva y la alarma social que se están generando desde los medios de comunicación hayan surgido por generación espontánea. Los médicos a los que tan sañudamente ataca el listillo de la "carta a los imbéciles" no han hecho otra cosa que constatar la notoria falsedad de los datos difundidos desde el sensacionalismo más cutre. 
Y lo han puesto de manifiesto comparándolos, simplemente, con los datos publicados por el propio Ministerio de Sanidad. 
Tanto celo en defender medidas como la obligatoriedad de lucir mordaza aunque uno vaya paseando sin cruzarse con nadie, o en limitar los horarios de las discotecas dando a entender que el virus tiene horas fijas para contagiar, huele a chamusquina. Algunos malpensados podrían incluso llegar a sospechar que la generosidad de la banda de Sánchez repartiendo millones de euros en el pesebre periodístico podría tener algo que ver. O que el multimillonario negocio de las vacunas que hace relamerse a las farmaceúticas podría destinar, como parte de la inversión, un pastizal en comprar periodistas. 
En Argentina, sufrido banco de pruebas del globalismo al igual que España, ya se sabe quién está detrás del monumental pelotazo de las vacunas. En este vídeo se dan datos sobre el asunto. Resulta que el pájaro que parte el bacalao de las vacunas es - oh, sorpresa- un multimillonario judío y comunista habituado a hacer grandes negocios con el kirchnerismo. Es además, uno de los mecenas del lobby gay y otros chiringuitos progres. En el asunto de la "vacuna de Oxford", también está presente la siniestra y alargada sombra de Bill Gates. Les aconsejo que echen un vistazo al vídeo de TLV1.
Seguro que al firmante de la carta a los imbéciles le parece de lo más lógico que un fulano cuya fundación aboga por la reducción de la población mundial sea quien quiera imponernos la obligatoriedad de las vacunas. 
Yo no debo ser tan listo como el médico chulo o como los periodistas de la Sexta, pero a mí todo esto me da un poco yuyu. Y asco.
J.L. Antonaya