domingo, 23 de agosto de 2020

EL INTERMINABLE FINAL DEL RÉGIMEN.

Los monotemáticos dimes, diretes, intoxicaciones y falsedades sobre el virus que está cambiando el mundo hacen que pasen desapercibidas noticias que, en otro contexto, hubieran alcanzado relevancia decisiva y que ahora apenas se comentan más allá de los memes y chocarrerías habituales. Quizá una de las finalidades del virus sea ésa, quién sabe. Resulta curioso que una pandemia con un índice de letalidad muy por debajo de otras epidemias históricas, esté acelerando a nivel planetario la implantación del Nuevo Orden Mundial. 

Nunca sabremos si la cosa se fraguó en los bilderbergs, trilaterales y demás sanedrínes de la oligarquía financiera o ésta se está limitando a aprovecharse de la circunstancias para imponer su agenda globalista. 
En cualquier caso, la quiebra o endeudamiento extremo de los Estados nacionales, el sometimiento de la población hasta límites humillantes o el monumental pelotazo que preparan las multinacionales farmacéuticas con las presuntas vacunas, son consecuencias que parecen concebidas en los sueños más húmedos de Rockefeller, Soros o Gates.
En España, la duda está en saber si la pandemia servirá para apuntalar in extremis el putrefacto Régimen del 78 o, por el contrario, acelerará la caída del mismo. 
La vergonzosa huida del Campechano con su botín, lamentada solamente por los escasísimos y casposísimos monárquicos de la derecha liberal, podría dar la impresión de que el corrupto barco partitocrático se hunde sin remedio. Que, además, estemos gobernados por una banda de ineptos y sectarios como la de Sánchez y sus secuaces, contribuiría a presagiar que el derrumbe de la tramoya es inminente. Creo, sin embargo, que lamentablemente, el tinglado del 78 sobrevivirá en el próximo y orwelliano mundo de la Nueva Normalidad por varias razones.
En primer lugar, porque a los poderes financieros internacionales que nos prestarán la pasta para convertir aún más a España en un cortijo de la Usura, no les conviene que pueda surgir alguna opción política que plantee la ruptura con Bruselas y la recuperación de nuestra soberanía económica. 
En segundo lugar, por el borreguismo, cobardía e ignorancia de una sociedad española troquelada por el miedo, por la sumisión al Estado policial, por la desinformación cada vez más descarada de los periodistas feladores del Poder y por su propia condición endófoba y sometida a los dogmas progres de la Corrección Política más abyecta.
Y en tercer lugar, porque no hay alternativa política a corto plazo. Y no me refiero solamente a la ridícula y pusilánime mafia pepera, tan podrida, inane y mediocre como la pesoera. 
La izquierda pijiprogre podemita ha dejado patente en tiempo récord su corrupción, demagogia, ineptitud y la falsedad de su discurso.
 La izquierda hace tiempo que abandonó su defensa de la clase obrera y su pretensión de cambiar el sistema económico. Cambió estas banderas por las ideologías de laboratorio financiadas por el globalismo: ideología de género, ecologismo de salón, feminismo histérico y demás sandeces que, salvo a los más imbéciles de los "influencers", maricas de tertulia, ninis de la LOGSE y a los chiringuitos beneficiarios directos de subvenciones y prebendas, a nadie importan una mierda.
Un izquierdista de los años veinte o treinta podía jugarse la vida por implantar la dictadura del proletariado, pero resulta difícil imaginar a los "hipsters" y mariquitas de patinete y restaurante vegano liarse a tiros por el cambio climático o por los derechos de los travelos. A lo más que llegan es a arrodillarse ante los negros cuando la policía apiola a un delincuente en USA.
Y en cuanto al sector patriota, ha sido convenientemente anulado y fagocitado por la derechona verdosa que, aunque ultraliberal, prosionista y partidaria del R78, ha sabido atraer con su patrioterismo zarzuelero a los más tontos y a los más "listos" del depauperado, silenciado y desnortado área.
Con este panorama, la letrina hedionda en que se convirtió la política española a partir del 6 de Diciembre de 1978, seguirá sin desinfectar por falta de repuestos. 
Y a los escasos disidentes que seguimos sin cambiar de chaqueta sólo nos queda seguir incordiando a estos hijos de puta hasta que nos maten o nos encierren por fascistas, agitadores o asintomáticos. 

J. L. Antonaya.