viernes, 7 de agosto de 2020

GUIONISTAS Y FUTURIBLES


Pocas cosas envejecen más deprisa que las historias de ciencia-ficción. Salvo escasas obras maestras, la mayoría de las películas rodadas hace sólo unas décadas y ambientadas en un futuro que es hoy nuestro presente, aciertan menos que el Tonto Simón informando sobre el coronavirus. 

En casi todas ellas se anticipaban maravillas como coches voladores, pistolas láser y cosas así, pero se les pasaba por alto la omnipresencia de los teléfonos móviles o de internet. Y en las películas de catástrofes y epidemias tampoco es que acierten mucho. 
Da risa ver a esos científicos equipados como los malos de ET, con trajes NBQ y demás parafernalia para protegerse de un virus cuando hoy sabemos, gracias al equipo de expertos inexistentes de la banda de Sánchez y a la oficina de prensa del lobby farmaceútico llamada OMS que basta con una mascarilla cutre comprada en los chinos para protegerse de un virus letal.
Los guionistas tampoco supieron anticipar la existencia de virus con jornada fija que hacen necesaria la limitación de los horarios de las cafeterías.
 Mucho Godzilla y mucho Transformer pero no se les ocurrió lo de un virus indetectable que, sin producir síntomas ni efectos, convierte a las personas en seres temibles llamados "asintomáticos". Es como si los zombis de las pelis no se distinguieran de las personas normales, ni comieran cerebros ni nada. 
Aunque hay que tener en cuenta la respuesta que hubiera recibido un guionista que quisiera vender  una historia en la que, para detectar a unos enfermos sin síntomas, se utilizaran unos tests sin eficacia ordenados por un gobierno sin puta idea.
 Si, además, el Gobierno estuviera formado por analfabetos, cajeras del súper y astronautas,  la cosa no daría ni para una de Pajares y Esteso.
Decididamente, para ver historias increíbles, descabelladas y absurdas, mejor los telediarios que el cine.

J.L. Antonaya