sábado, 8 de agosto de 2020

OSOS, BAILES Y PANDEMIAS.


A principios del siglo XX, el fisiólogo ruso Iván Petróvich Pávlov descubrió lo que se llamó "reflejo condicionado".  La cosa consistía en hacer sonar un timbre mientras se le daba de comer a un perro. Al cabo de cierto tiempo, sólo con oír el timbre, el perro salivaba. Había asociado el sonido del timbre con la hora de su almuerzo. 

Mucho antes de que naciera Pávlov, los zíngaros de Bulgaria ya habían descubierto este principio. En lugar de un perro, comida y un timbre, los feriantes utilizaban un oso, unas brasas y música. Hacían caminar sobre brasas al animal mientras sonaba un instrumento musical. El infortunado oso saltaba intentando evitar las quemaduras. Al cabo de cierto tiempo, bastaba hacer sonar la música para que el oso saltase. Este cruel espectáculo del "oso bailarín" fue muy popular desde la Edad Media hasta bien entrado el siglo XX.  
Es inevitable recordar a los osos de los zíngaros y los perros de Pávlov cuando desde los púlpitos unánimes del Pensamiento Único nos aterrorizan con la "segunda oleada" y los "rebrotes" de la pandemia que ha conseguido amordazar y confinar a la población mundial acelerando, con éxito que ha sorprendido a sus propios artífices,  ciertas agendas globalistas. 
Tras las salvajes brasas de los miles de muertos, saturación de hospitales, ancianos abandonados a su suerte y demás consecuencias de la pandemia combinada con la ineptitud y la estupidez de la banda de Sánchez, el oso domesticado en que se ha convertido la sociedad española ya sólo necesita oír la música del alarmismo mediático para bailar obedientemente al ritmo que marcan las directrices de la Nueva Anormalidad.  
Ya no son necesarios los cientos de muertos diarios para mantener al personal paralizado ante la ruina económica y la privación de derechos básicos. Ahora sólo hace falta hablar de miles de contagiados. Da igual que los presuntos contagiados no se encuentren enfermos, y que las propias autoridades sanitarias reconozcan la inutilidad de los tests utilizados para diagnosticar esos contagios. El caso es que el oso siga bailando. 
Saben que si el plantígrado empieza a dar síntomas de desobediencia, siempre pueden atizar otra vez las brasas.

J.L. Antonaya