domingo, 13 de septiembre de 2020

LA PANDEMIA DEL MIEDO Y LA REPRESIÓN.

A medida que se le van viendo las costuras al gran montaje mediático que pretende hacernos creer que la situación es tan grave como en Marzo, crece la represión contra los desobedientes a las consignas de la orwelliana Nueva Normalidad.

La brutalidad y los abusos policiales contra los que no llevan puesta la mordaza empiezan a ser algo cotidiano. Cada vez es más obvio que, afortunadamente, a pesar de las mentiras difundidas por los mensajeros del miedo desde todas las tribunas mediáticas, ni hay colapso en los hospitales, ni aumenta el número de muertos. Es significativo que la ralea periodística no hable de enfermos ni de muertos, sino de "contagiados" obviando el hecho de que los tests están muy lejos de ser fiables como reconocen sus propios fabricantes.

Los tests sólo son útiles como coartada para decretar confinamientos a la carta. "Dame un paquete de tests y dime dónde quieres un rebrote" parece ser el lema de la cada vez más nutrida hueste de "rastreadores", comisarios políticos, policías asilvestrados y demás esbirros al servicio del terror oficial.
Asusta pensar lo que tramarán los guionistas de la pandemia cuando sea aún más evidente que las cifras y datos con los que nos marean veinticuatro horas al día no cuadran. Y eso que los birlibirloques con las cifras rozan lo surrealista. Hace poco se difundía un vídeo grabado por un español que llevaba a su anciano padre a un hospital por una afección que nada tenía que ver con el virus. 
El médico que le recibió le dejó claro que, o dejaba ingresado al anciano como enfermo de covid o se lo llevaba a su casa. Está claro que hay que elevar como sea las cifras de enfermos de la pandemia para que el montaje siga funcionando. Aunque sea a costa de negar la asistencia médica a los enfermos de cualquier otra enfermedad. Me temo que este caso no es único.
No hay que olvidar que a las decenas de miles de muertos en Marzo y Abril no se les practicaron autopsias.
 No hay que olvidar que la mayoría de ancianos murieron por falta de asistencia. 
No hay que olvidar que a muchos se les dejó morir en residencias abandonadas por su personal. 
No hay que olvidar que mientras se colapsaban los hospitales madrileños, en Castilla La Mancha había hospitales vacíos. 
Y, sobre todo no hay que olvidar jamás a ese bufón siniestro y desaseado que hace chistes sobre los muertos mientras miente. Simón el Incinerador.
Ahora que no hay muertos, nos siguen asustando con fantasmagóricos contagios, pero el Miedo - esa herramienta definitiva de sometimiento social-- ya no lo motiva la enfermedad, sino la represión policial y la infame delación de las sabandijas chivatas que señalan a sus vecinos desobedientes.
Ya hay gente encarcelada por no llevar la mordaza. Hay chavales de catorce años recibiendo palizas por parte de una policía cada vez más achulada, prepotente y brutal. 
Lo más triste es saber que ese rebaño vomitivo que se arrodillaba ante los negros y hacía ostentosos aspavientos de indignación por un caso de presunta violencia policial en USA, es el mismo que lincha mediáticamente a una surfista "contagiada" - aunque sana como una manzana--por desobedecer al Gran Hermano de la dictadura globalista y aplaude que se trate a los "asintomáticos" como a delincuentes. 
Nos han convertido en un rebaño de imbéciles y de cobardes pastoreado por mentirosos y por tiranos.

J. L. Antonaya