sábado, 13 de enero de 2024

EL QUIEBRO Relato de la agenda futura.

 



El viejo patinete eléctrico de Guillermo Montes se deslizaba peligrosamente entre los coches híbridos conducidos por orgullosos vecinos que exhibían en sus parabrisas la certificación VESE (Vehículo Ecosostenible de Sector Esencial). En otros sectores de la ciudad los coches no eran muy frecuentes, pero aquí, en el Sector Especial, eran mayoría. Las únicas bicicletas y patinetes pertenecían a los auxiliares de mantenimiento y limpieza que, como Guillermo, acudían cada día desde sus Sectores de Quince Minutos a trabajar en las residencias de los Ciudadanos Esenciales. 

Tras esquivar a un VESE que se saltó un stop, Guillermo casi se estampa con un coche de la Policía Local que venía de frente. Inmediatamente, su patinete fue bloqueado por la señal de intercepción del coche policial. El patinete se detuvo en seco. Un policía municipal de raza afroeuropea se bajó del vehículo patrulla y se aproximó al patinete bloqueado.
- Caballero – el tono del policía era reglamentariamente chulesco y prepotente - ¿Es que no sabe que invadir un carril de sentido contrario es una infracción de clase alfa?   
- Lo siento, agente – Guillermo evitó mirar al municipal a los ojos- Un coche de ha saltado el stop y he tenido que hacer un quiebro…
- Un quiebro – repitió el policía como si escuchase por primera vez una palabra exótica pronunciada por un aborigen de una isla inexplorada- A ver, enséñeme su Perfil Ciudadano. 
Guillermo se apartó un mechón de pelo de la frente para que el policía pudiera escanear el chip ecosostenible tatuado sobre su ceja derecha. El detector del Policía emitió un pitido y un destello led de color verde.
El policía resopló como si no se fiase del todo del diagnóstico electrónico.
- Mmm…Bueno, parece que tiene actualizado su permiso para desplazarse, pero no consta el número de contratación ¿Trabaja usted en la Urbanización Soros-Kalergi?
- Sí. Soy auxiliar de limpieza en la casa de Don Hamed Ramafi, Periodista del Canal Institucional.
El policía miró a Guilermo mientras parecía meditar.
- Por esta vez vamos a dejar pasar su imprudencia y sólo le voy a sancionar con una reducción de 2 puntos semanales en su Tarjeta Alimenticia. 
- Pero, agente…- balbució Guillermo- Dos puntos suponen 200 gramos menos de pollo…Tengo dos hijos a mi cargo y…
- ¡Dos hijos! – el policía sonrió burlonamente- Ustedes, los aborígenes caucásicos, parece que no respetan mucho las recomendaciones del Ministerio de Aborto Libre ¿Eh? Vamos, circule antes de que me arrepienta y le quite además tres puntos del Permiso de Pilotaje de Electropatinetes.

El incidente había retrasado a Guillermo cinco minutos en su hora de llegada a la Urbanización Soros-Kalergi. 
Cuando llegó al Control de Acceso, la verja no se abrió automáticamente como siempre, sino que se encendió la luz led del panel y una voz femenina – armoniosa, de dicción perfecta, agradable en esa forma hipócrita en que a veces lo son las voces de los anuncios publicitarios…- pareció dirigirse a él.
- ¡Hola ciudadano! ¡Feliz y próspera mañana! Soy Chat Iris One, una Inteligencia Artificial diseñada para facilitarte la vida. Siento comunicarte que el chip de permiso de tu vehículo caducó hace cinco minutos y no tienes acceso a esta Urbanización. Te aconsejo que des media vuelta o me veré obligada – la voz pareció entristecerse- a avisar a la Patrulla de Seguridad. ¡Chao, ciudadano! ¡Que pases un buen día!

- ¡Espera…esto…espere!- Guillermo no sabía muy bien cómo dirigirse a una Inteligencia Artificial- Yo trabajo aquí. Vengo a limpiar la residencia de Su Excelencia don Hamed Ramafi. Me he retrasado porque me ha parado la Policía Local. Por favor, ábrame.


- No puedo complacerte, ciudadano. - la IA hablaba con un tono condescendiente y falsamente apenado- En esta urbanización somos especialmente respetuosos con las normas. Debes recordar que han sido puestas por nuestro bien. Si te ha parado la Policía Local seguro que ha tenido un buen motivo. ¿Acaso intentas culpar a nuestros agentes y agentas del orden de tu falta de puntualidad?
 
- No, claro que no, es sólo que…

- Tu comportamiento empieza a acercarse peligrosamente a la insubordinación. Para evitar que seas un peligro para ti o para los demás, voy a inutilizar temporalmente tu vehículo en virtud de las atribuciones que me concede la Ley 189/2130 de Arbitraje Cibernético. Podrás volver a recogerlo dentro de tres días. Recuerda que el ejercicio físico es saludable y nos ayuda a proteger el planeta. ¡Pasa un buen día ciudadano! Y aléjate de la urbanización antes de 25 segundos o restringiré la categoría de tu chip personal ecosostenible.

Guillermo intentó arrastrar su patinete eléctrico – le había costado el sueldo de seis meses- pero el electroimán del Control de Acceso ya lo había inmovilizado. Se alejó de allí y marcó en su fonosmart el número de la Agencia de Empleo Temporal que lo había contratado. 
- Esta es la Línea de Atención a los Empleados de la Agencia Felicidad Laboral. En este momento todos nuestros teleoperadores están ocupados. Por favor, mantente a la espera mientras escuchas estos importantes consejos publicitarios institucionales: El Ministerio de Civismo y Salud Global te recuerda que debes depositar los envases de plástico en el contenedor amarillo, debes comer cinco piezas de fruta al día y beber abundante líquido si tienes sed, en verano debes ponerte una gorra para protegerte del sol y en invierno calcetines gordos…
Tras dieciséis minutos de consejos institucionales sobre el cambio climático, la violencia de género, el cambio de sexo, la eutanasia solidaria y las donaciones a oenegés, Guillermo cortó la comunicación. Decidió ir a la oficina de la Agencia para explicar lo sucedido.
En el buscador de su fonosmart descubrió que la oficina más cercana de la Agencia Felicidad Laboral estaba en el Sector Quince, Calle Transexuales número 25. A unas veinte manzanas. Un buen paseo. Comenzó a andar.
A medida que se alejaba del Sector Especial y sus chalets climatizados con extensas parcelas ecosostenibles, los bloques de viviendas empezaban a ser más viejos. 
Las cámaras de vigilancia que había en cada esquina zumbaban monótonamente y algunas se movían siguiendo sus pasos. 
A aquella hora, los viandantes eran escasos. Amas de casa que con la tarjeta de racionamiento recién actualizada hacían cola en las puertas de panaderías y supermercados; jubilados que pedían limosna frente a las mezquitas y sinagogas. Algunos llevaban todavía la cabeza cubierta con la escafandra antivirus para protegerse de la Pandemia del Pangolín, a pesar de que había dejado de ser obligatoria hacía más de dos años; prostitutas africanas, amerindias y asiáticas… Guillermo había oído que la Brigada contra el Machismo y el Comercio Carnal sólo sancionaba habitualmente a las mujeres aborígenes caucásicas pero hacía la vista gorda con las demás a cambio de un porcentaje en los beneficios. Las viejas tradiciones policiales se resistían a desaparecer.

La oficina de Felicidad Laboral estaba en los bajos de un edificio gris. En la puerta, un guardia de seguridad con el pelo teñido de morado y armado con un aturdidor táser pasaba un pequeño escáner sobre los chips ecosostenibles  tatuados en la frente de los visitantes. 
Cuando le llegó el turno a Guillermo, el pequeño escáner emitió un pitido.
El guardia, con aspecto aburrido le hizo un gesto para que volviera a la calle. Guillermo tragó saliva y balbuceó.
- Perdone, ya sé que mi ubicación no es la correcta a estas horas pero venía precisamente a explicarles que…
- ¡Circule, ciudadano! No puedo dejarle pasar con el chip desubicado. -miró la pantalla del pequeño escáner- Además, aquí consta una sanción reciente de su vehículo. Si no se marcha y despeja la entrada inmediatamente…
Guillermo se sintió por un momento como un piloto de carreras que abandona su coche mientras la ira se ponía al volante.
- ¡Escúchame, payaso! Estoy a punto de perder mi trabajo porque un tarado uniformado como tú me ha hecho llegar tarde y una máquina de mierda ha bloqueado mi…
La descarga del táser hizo que se mordiera la lengua, se orinase encima y cayera al suelo entre convulsiones. Todo a la vez.  

                                                                                  J.L. Antonaya